martes, marzo 27

Relato de instantes de vida

Es tan triste ser Yo. Tan difícil y solitario.
Al parecer no tengo nada de interesante, ni una personalidad atrayente, ni un físico envidiable, ni siquiera la sabiduría que he adquirido al pasar tanto tiempo en quieta contemplación ha valido para que me haya hecho de un amigo; o un conocido siquiera.
La gente que me mira suele relegarme al olvido durante largas temporadas; de vez en cuando me toman, me tocan, me utilizan pero sólo por un rato.
Puede que mi aparente y falsa misantropía se deba a que prefiero sali unicamente en días nublado; el sol hace daño. Tal vez es que soy una especie de vampiro aunque mi objetivo no es despojar a nadie de la vida, ni saborear absolutamente a nadie.
Eso sí, hay días en que suelo golpear a la gente, sobre todo en los transportes públicos ya sea camión, metro, etc. Es algo que me divierte, pero en realidad pasa muy pocas veces.
Ayer, mi rutina de contemplación matutina se vió interrumpida por un sonido que venía de afuera, un sonido que tenía bastante tiempo que no escuchaba. Gotas golpeando salvajemente la ventana ¡una tormenta! que día tan perfecto y propicio; Juan saldría hacia las dos de la tarde y entonces podría salir también yo.
Un par de horas después, pasado el mediodía la lluvia cesó tan repentinamente como había comenzado, salió el sol deslumbrante y lo maldije infinitamente.
¡Maldito el día en que Dios me hizo ser paraguas!


(Sugerencia: Leer de nuevo)